C'est ma guerre! Causas de la Primera Guerra Mundial (Parte I)
El plan franco-ruso para provocar un conflicto europeo a gran escala.
“But the gods were with Izvolski and against humanity.” — W. L. Langer
A más de un siglo del Armisticio de 1918, persiste en el imaginario colectivo occidental — aunque tapada por la Segunda, que se roba todo el protagonismo — la noción de que la Primera Guerra Mundial fue provocada por Alemania, tal cual lo describe el infame artículo 231 del Tratado de Versalles:
“Los gobiernos aliados y asociados declaran, y Alemania reconoce, la responsabilidad de Alemania y sus aliados por haber causado todos los daños y pérdidas a los cuales los gobiernos aliados y asociados se han visto sometidos como consecuencia de la guerra impuesta a ellos por la agresión de Alemania y sus aliados.”
En este breve ensayo de hoy vamos a ofrecer una mirada revisionista basada en el trabajo de Harry Elmer Barnes y su Genesis of the World War, publicado en 1926, cuya tesis es que la guerra de 1914 fue instigada por los gobiernos de Francia y Rusia — y que de ninguna manera Alemania quiso una guerra, sino que hizo todo lo posible por evitarla.
Según Barnes y otros autores de la misma inclinación, ambas naciones trabajaron de manera sostenida y conjunta para empujar a Europa hacia una conflagración general, lo cual consideraban un requisito para la concreción de objetivos geopolíticos puntuales: los rusos buscaban controlar Constantinopla y los estrechos Dardanelos y Bósforo, mientras que los franceses buscaban recuperar Alsacia y Lorena, territorio perdido tras la derrota contra el Imperio Alemán en 1871.
A continuación, la historia de las causas de la Primera Guerra Mundial según el revisionismo de la década del ‘20. Recomiendo leer Genesis of the World War entero para un mayor entendimiento, pero haré lo posible por presentar una imagen clara de todo el asunto.
Déjenme, por último, hacer una aclaración preliminar. Está claro que esta guerra no comenzó ex nihilo, sino que se dio dentro de una atmósfera de tensión marcada por rivalidad económica, nacionalismo, militarismo y alianzas secretas que el complot franco-ruso hizo todo lo posible por explotar. Doy por entendido que el lector sabrá ubicar los hechos dentro del contexto geopolítico europeo entre 1870 y 1914. Ahora sí — empecemos.
El primer y principal ideólogo de la Primera Guerra Mundial fue el diplomático ruso Aleksandr Izvolski. En 1908 sugirió a Austria el anexamiento de Bosnia-Herzegovina a cambio de que Austria apoyara el plan ruso de “abrir” los Estrechos — es decir, permitir el libre tránsito a los navíos rusos de manera exclusiva — pero el plan, un viejo anhelo ruso, fue frustrado por la intervención británica.
A continuación, puso en marcha el plan que finalmente daría sus frutos en 1914: llegó a la conclusión de que la única forma de asegurar los Estrechos era a través de un enfrentamiento europeo a gran escala, y decidió que la mejor manera de lograrlo era a través de un conflicto en los Balcanes. Su primer paso, por lo tanto, fue pronunciarse en apoyo al movimiento por el “gran estado serbio” — una enorme piedra en el zapato para el Imperio Austro-Húngaro.
En 1910, Izvolski renunció como Ministro de Asuntos Exteriores y pasó a ocupar el cargo de embajador ruso en París, y en 1912 ocurrió otro hecho fatal para la humanidad pero un sueño hecho realidad para el diplomático ruso: Raymond Poincaré, un revanchard obsesionado con vengarse de Alemania y recuperar Alsacia y Lorena, se convirtió en Primer Ministro de Francia. Tras su primera reunión, Izvolski y Poincaré se dieron cuenta de que tenían que trabajar juntos, y así fue como el ruso sumó a su primer gran aliado. Este hecho representó, además, la ratificación final de la alianza militar franco-rusa a través del acuerdo naval de 1912.
Tras la firma, Poincaré pidió al entonces Ministro de Asuntos Exteriores ruso — Sergei Sazonov — la construcción de vías estratégicas a lo largo de la frontera ruso-alemana. Además, le comentó acerca de un “entendimiento” de ayuda mutua entre Francia y Gran Bretaña en caso de una guerra con Alemania, y lo instó a proponer un acuerdo naval anglo-ruso en su próxima visita a Londres. Está claro que lo que buscaban Poincaré e Izvolski era rodear a Alemania aprovechando su vulnerable posición geográfica. La versión oficial es que Alemania se había buscado este encirclement ella sola.
Si vamos a Wikipedia, por ejemplo, vemos que Alemania “alienó” a Francia tras 1870, a Rusia debido a las políticas anti-eslavas de su principal aliado — el Imperio Austro-Húngaro — y a Inglaterra por haber construido una “flota rival”.
Ahora bien, sobre este último punto no vale ni la pena hacer un comentario — salvo que las relaciones entre Inglaterra y Alemania estaban de hecho mejorando hacia 1914 hasta que Poincaré metió la nariz— pero sí sobre los dos primeros. Por un lado, fue Napoleón III quien provocó la guerra de 1870 en un momento de falta de juicio. De hecho, la opinión pública en Inglaterra y Estados Unidos estaba del lado de Prusia, quien claramente había sido víctima de la agresión francesa. Por otro lado, es mentira que Rusia se haya creído realmente protectora de los eslavos: sólo basta con ver lo que pasó en 1908, cuando le entregó Bosnia-Herzegovina a Austria porque creyó que así podría hacerse del control de los Estrechos.
Según Barnes, Rusia fue la responsable de la Guerra de los Balcanes de 1912, ya que la Liga de los Balcanes había sido una creación rusa para expulsar a los turcos de Europa. Sin embargo, si bien esto permitiría a Rusia ocupar los Estrechos, de poco le servía a Francia en su afán de recuperar Alsacia y Lorena. Por lo tanto, Poincaré, que creía que Rusia no estaba militarmente preparada ni se había enardecido lo suficiente al pueblo francés a través de la prensa para apoyar una guerra europea, prefirió mantener un perfil bajo. Finalmente, la situación fue contenida entre Inglaterra y Alemania, algo que también pudo suceder en 1914 de no ser por la intervención de Poincaré, que creyó que en ese momento sí estaban dadas las condiciones para llevar a cabo su plan.
Así, en Noviembre de 1912, Poincaré le dio un cheque en blanco a Rusia en los Balcanes, prometiéndole su apoyo en caso de guerra, siempre y cuando los rusos evitaran perseguir objetivos que no tuvieran en cuenta los intereses de Francia — léase provocar un conflicto europeo a gran escala. El plan era relativamente simple: envalentonar a los nacionalistas serbios con apoyo ruso para provocar la ira del Imperio Austro-Húngaro, dándole a Rusia — autoproclamada guardiana de los eslavos — la excusa para entrar en guerra. Esto, a su vez, obligaría a Alemania a salir en defensa de su principal aliado, dando pie a la intervención de Francia y, finalmente, de Inglaterra.
Para seguir profundizando su agenda, Poincaré renunció como Primer Ministro y se postuló como candidato a presidente de Francia, un cargo que le daría mucho más poder, especialmente en materia de política exterior, sobre la cual ejercería un control absoluto. Para Izvolski un Poincaré atornillado a la silla por siete años era fundamental, por lo que hizo numerosas peticiones de dinero a San Petersburgo para sobornar tanto a los medios como a diputados y senadores franceses. Poincaré ganó fácilmente la elección el 17 de Enero de 1913.
El soborno de la prensa tenía, además, otro propósito — preparar a la opinión pública, enfureciéndola o asustándola, para una guerra por los Balcanes (I stand with Ukraine, anyone?). Para Junio de 1914, el asunto estaba más o menos cocinado.
Por otra parte, en Febrero de 1913, Poincaré despidió al embajador francés en San Petersburgo, Georges Louis — un “enemigo” del plan — y lo reemplazó por el revanchard Theophile Delcassé, tan consumido como Poincaré por su deseo de venganza. Al poco tiempo, Delcassé volvió a París para seguir colaborando con Poincaré e Izvolski, y fue reemplazado en Rusia por otro revanchard — Maurice Paléologue.
El siguiente paso era seducir a Inglaterra. Resulta que en 1912 Lord Haldane (Ministro de Guerra) visitó Berlín para limar asperezas con el gobierno alemán, pero Poincaré, al enterarse, hizo todo lo posible para sabotear un acuerdo, advirtiéndole a Lord Grey (Ministro de Asuntos Exteriores) que de aceptar cualquier tipo de propuesta por parte de Alemania se darían por terminadas las relaciones entre París y Londres. Grey, con una docilidad humillante, aceptó.
Apagado el incendio de un posible rapprochement entre Inglaterra y Alemania, Poincaré e Izvolski se pusieron a trabajar en un acuerdo naval anglo-ruso, aprovechando la visita del rey Jorge V y Lord Grey a París en Abril de 1914. Como dice Barnes, si bien el acuerdo nunca llegó a firmarse, el comienzo de la guerra poco tiempo después hizo que no fuera necesario.
Sea como sea, aunque rusos y franceses nunca estuvieron del todo seguros de cuánta ayuda iban a recibir de Inglaterra, Barnes dice que sus preocupaciones eran infundadas: ni siquiera la propuesta de los alemanes de no atacar a Francia o invadir Bélgica fue suficiente para asegurar la neutralidad británica. Para Abril de 1914 los ingleses ya se consideraban definitivamente del lado de Francia y Rusia aunque no se hayan comprometido formalmente. El encirclement estaba completo.
Ahora bien, volviendo un poco hacia 1913, Izvolski y Poincaré sumaron a otro jugador clave —el ya mencionado Sergei Sazonov, Ministro de Asuntos Exteriores. Habiendo fallado la Liga de los Balcanes, Sazonov fue convertido al plan de Poincaré e Izvolzki, y a partir de ese momento trabajó codo a codo con ambos para provocar una guerra europea. Como le dijo al Zar en un memorándum, “debo repetir que el asunto de los Estrechos difícilmente pueda avanzar un solo paso excepto a través de complicaciones europeas.”
Barnes cuenta que en Diciembre de 1913 y Febrero de 1914 se llevaron a cabo dos reuniones clave entre mandatarios rusos — Nicolás II incluido — acerca de la política de los Estrechos, y prevaleció la propuesta de Izvolski: sacar provecho de una guerra a gran escala, que ellos mismos provocarían, para atacar a los turcos y ocupar Constantinopla y los Estrechos. El Zar mismo terminó aprobando la propuesta.
Ahora sólo restaba producir la chispa que diera inicio al deseado incendio. Por eso, en Febrero de 1914 el Zar recibió a Nikola Pašic, Primer Ministro y principal figura política de Serbia, y le expresó su total apoyo, asegurándole que “por Serbia haremos todo.”
Les voy avisando que el papel de Nicolás II en todo esto se volvió más y más lamentable a medida que la Guerra se fue acercando. Tanto que, honestamente, no puedo decir que no se mereció la muerte que tuvo, más allá de que tengo cero onda con los Bolcheviques. Como dice el dicho — karma’s a bitch.
Finalmente, enormes cantidades de oro ruso fueron destinadas a asistir a los nacionalistas serbios en su conspiración contra el trono austro-húngaro. También, según asegura Barnes, el gobierno ruso fue cómplice en el asesinato del Archiduque, ya que Dragutin Dimitrijevich, Jefe de Inteligencia serbio y encargado de planear el magnicidio, trabajó en colaboración con Artamanov, el enviado militar ruso en Serbia.
Pero de eso hablaremos en la segunda parte.
Muy interesante Reax! Información que sirve de mucho! Supongo que la segunda guerra mundial también tuvo sus complejidades en el inicio... Saludos!