Ley de VIH y el Culto del Estado.
Por supuesto que La Casta sancionó una ley de VIH, que no es otra cosa que el Estado — y el Culto del Estado — haciendo su parte en el juego de incitación recíproca que es lo que conocemos como democracia. Ellos presentan su ofrenda, y el colectivo a seducir devuelve lealtad, o por lo menos se deja de romper las bolas un rato.
Claro que ya existía otra ley de VIH, pero es que ustedes no entienden. Por un lado, la democracia es un matrimonio basado en el soborno, y en todo matrimonio hay que mantener la llama viva. Ya no alcanza con los chocolates cada 14 de Febrero y la salida a cenar una vez por mes: para avivar la pasión hay que innovar. No vaya a ser que alguien se sienta relegado y empiece a hacerle ojitos a otro. Demagogos no faltan.
Por otro lado, una nueva ley introduce toda una nueva gama de condimentos. Ahora se contempla la perspectiva de género, la perspectiva LGBT, y todo tipo de derechos universales que hasta hace cinco minutos no conocíamos, pero que aparentemente son indispensables para lograr un mundo más libre y justo. Y de paso, por supuesto, abrir algunas oficinas públicas para seguir agrandando las legiones de ángeles burócratas que sabrán llevarnos a las verdes pasturas de la equidad.
Toda nueva ley, por lo tanto, es la consolidación o la re-consolidación de una alianza confiscatoria en contra del pagador de impuestos — que no es ni más ni menos que el sector privado. No, los empleados públicos no pagan impuestos.
Ahora bien, ¿por qué el privado se deja hacer esto? Primero, porque el privado no vota en bloque. Un trabajador privado puede votar en bloque como miembro de alguna organización, pero nunca vota en bloque como trabajador del sector privado/pagador de impuestos. Quizás con Milei y los libertarios esto empiece a cambiar — no lo sé.
El punto es que la democracia, a diferencia de lo que se podría llegar a pensar, no es un juego de individuos sino de grupos. Tu voto como individuo no tiene valor, y sólo seduce cuando se suma al voto de otros, y así es como nacen los grupos de interés. Del otro lado, los políticos saben que perder un número más o menos significativo de votos “individuales”, en cuya lealtad no se puede confiar, es mucho menos costoso que perder el voto de un colectivo.
¿Por qué la oposición y el oficialismo votaron esta ley por igual? Porque nadie quiere perder el voto de la comunidad de infectados con VIH, que en parte es un subconjunto de la comunidad homosexual, que a su vez es un subconjunto de la colectividad LGBT, que tiene vínculos estrechos con la comunidad feminista y demás miembros del conjunto padre de la Interseccionalidad, a la cual no le faltan aliados de otros grupos. Amigos — no hay sacrificio u ofrenda que La Casta no esté dispuesta a presentar a los pies de la Interseccionalidad. Están ofreciendo “terapias hormonales” para adolescentes “trans” sin consentimiento de los padres a partir de los 13 años — miren si les va a importar perder unos cuantos votos de gente aislada.
El trabajador privado, entonces, no tiene lo que se dice conciencia de clase, y todo el sistema político trabaja justamente para evitarla — cortándola de raíz donde sea que empiece a asomar la cabeza. Este es el trabajo del aparato propagandístico de La Casta.
Por un lado, los periodistas, cuyo único trabajo es promover la idea del Estado presente a cambio de sobornos encubiertos; luego están los sociólogos, politólogos y demás académicos cuyo aporte a la sociedad es nulo, y su empleabilidad depende del constante sostenimiento y expansión del aparato estatal; además, están los empleados públicos, en general personas mediocres y hasta inempleables que gracias a la extracción de impuestos gozan de los privilegios, sean pocos o muchos, de un mercado laboral artificial construido a partir de la confiscación de los bienes de los privados, que trabajan en el mercado laboral real con todos los riesgos que eso implica; y por último todas las personas que, ya sea por ideología o conveniencia, profesan con mayor o menor vehemencia el Culto del Estado, y que muchas veces no son más que crybullies cuyo único propósito es hacerte sentir culpable.
¿Por qué no querés que los infectados tengan los mismos derechos que vos? ¿Acaso no sos una buena persona? ¿Qué te hicieron a vos los enfermos de VIH? Amigos — nadie puede manipularlos si ustedes simplemente dicen que no. No se dejen manipular.
Lo cierto es que esta ley no va a solucionar nada porque este tipo de leyes no produce soluciones, sino el prolongamiento indefinido del problema. Una vez entregado el soborno, es muy difícil volver atrás. Todos quieren haber sido el héroe popular que otorgó el beneficio, pero nadie quiere ser el villano que lo quitó. Resultado: mucho despilfarro, muchos burócratas nuevos, y un Estado cada vez más ineficiente. Demosclerosis.
O sea, lean esto y díganme en qué clase de mundo retorcido esto está bien, porque yo no lo entiendo:
“Se deberá garantizar el derecho al trabajo y la estabilidad laboral de las personas con VIH, Hepatitis Virales, Tuberculosis e ITS o patologías asociadas, derivadas y concomitantes.”
“Se presume, salvo prueba en contrario, que el despido del trabajador/a con VIH, Hepatitis Virales, Tuberculosis o ITS obedece a actos discriminatorios en razón de su salud.”
Me estoy volviendo loco. No puedo creerlo.
En lo personal, yo no apoyo ningún tipo de ley de VIH que no apunte explícitamente a la erradicación del VIH, y esta ley, como toda ley parida en Whigocracia, busca la “ampliación de derechos”, que en términos concretos no significa otra cosa que repartir la carga de las consecuencias de malas elecciones individuales (salvo contadas excepciones que por supuesto no entran en este análisis) entre toda la sociedad — lo cual, lejos de desincentivar las conductas destructivas, las fomenta. What you subsidize is what you get.
Quiero aprovechar este artículo, por último, para agradecer a los legisladores que votaron en contra. No los conozco a todos y no sé cómo habrán votado en otras ocasiones, pero los felicito por, al menos esta vez, haber estado del lado del Bien.